Por los años 1880, tuvo lugar en la Iglesia de la Recoleta, que hoy ocupan los Religiosos de los Sagrados
Corazones. un horrible sacrilegio,
perpetrado por ladrones que sustrajeron el copón dejando las hostias
derramadas en el pavimento. Este hecho que impresionó a toda la ciudad de lima
motivó la clausura de la iglesia, que fue declarada en entredicho.
Como
las señoras que vivían en los alrededores tenían costumbre de celebrar el mes
de María se reunieron a este efecto para alcanzar del Sr. Arzobispo que la Iglesia se abriera de
nuevo, lo que consiguieron sin gran dificultad. Obtenida la licencia se les sugirió, solicitar el
concurso del R.P. Garcés de la
Compañía de Jesús de dulce, memoria, quién había llegado
recientemente (después de la expulsión que habían tenido los Jesuitas en el año
1767 y regresando en los años de 1871).
Este
accedió a la petición de las piadosas señoras, y se dio principio a las
distribuciones del mes de María. En la primera de ellas el R.P. hizo alusión
del hecho sacrí1ego que había tenido lugar en esa Iglesia y manifestó cuan
conveniente sería establecer en este templo la Asociación ,de la Comunión Reparadora
con el objeto de reparar el ultraje que se acababa de inferir a ese Corazón
Divino, y los otros muchos que se le infieren continuamente. Este día su deseo
fue expresado con tanto entusiasmo por aquel santo y celoso sacerdote que conmovió
a una de las piadosas señoras que lo escuchaba, la que terminada la
distribución fue a encontrar al R.P. ofreciéndole su cooperación para la obra
que el había propuesto.
Esta
señora era nada menos, que nuestra futura hermana Fundadora Domitila Olavegoya Vda.
de Vivanco, quien secundó perfectamente los pasos dados por el R. P. Garcés,
logrando realizar en breve tiempo que se estableciese en la Iglesia de la Recoleta la Asociación
deseada.
Careciendo
aún de un altar propio para las distribuciones se trató de buscar un cuadro de
la imagen del Sagrado Corazón. La Señora Olavegoya, acababa de recibir de Europa un
hermoso lienzo representando la aparición del Sagrado Corazón a santa Margarita
María de Alacoque.
Fue pues delante de este cuadro que se rindieron a este “Adorable Corazón” los
primeros homenajes de amor y reparación que aquella bendita Asociación debía
procurarle en amplia medida en los tiempos futuros. Entre las intenciones que
se presentaban todos los meses a los asociados para materia de sus súplicas una
de ellas era la de pedir con instancia al Divino Corazón la fundación de un
monasterio de la Visitación
en esta ciudad.
Esta
Asociación no permaneció mucho tiempo en la Recoleta, pasó sucesivamente a varios templos,
hasta que se estableció definitivamente en el de San Pedro.
Gran
parte del templo de la
Recoleta fue destruido poco después por un voraz incendio que
en el espacio de una hora lo redujo a cenizas, sin que se supiera la causa que
lo había producido. Se atribuyó este hecho a la Justicia Divina
justamente irritada por el sacrilegio que allí había tenido lugar.
La Asociación continuó
rogando por la fundación de la
Visitación de manera que enlazando los acontecimientos vemos
que esta pequeña parte de la
Fundación de nuestra Orden en el Perú, ha sido el fruto de la
oración asidua dirigida por los miembros de una Asociación que no tenía otro
objeto que dar gloria y reparación al amantísimo Corazón de Jesús; así podemos
deducir que esta pequeña colmenita ha sido elegida por este Divino Corazón para
que le rinda amor, gloria y reparación hasta el fin de los siglos.
Esta
suposición derivada de los mismos acontecimientos les fue confirmada por el R.P.
Cañete, Superior de la
Compañía de Jesús, el día en que después de celebrar la Santa Misa por vez
primera en el Monasterio de Lima, cuya posesión acababan de tomar les dirigió
las siguientes palabras: "Esta santa casa está destinada a dar gloria al
Sagrado Corazón de Jesús hasta el fin de los siglos". Así afirmamos con
todo el entusiasmo de nuestras almas que el Sagrado Corazón de Jesús es el
único y verdadero fundador de esta Comunidad.
Esbozando
los rasgos de la vida de nuestra querida hermana Fundadora María Magdalena
Olavegoya, se nos presenta a nuestro
espíritu el recuerdo de nuestra Santa Madre Juana Francisca de Chantal. Hay en
efecto, entre estas dos almas una gran semejanza de caracteres, pensamientos,
deseos y cierta analogía en los principales acontecimientos de su vida. Es pues
muy natural que sintamos el deseo de aplicarle el nombre de "Mujer
Fuerte", título dado en otro tiempo a nuestra gloriosa Madre por nuestro Santo
Fundador Francisco de Sales.
Domitila
Olavegoya, nació en Lima el 7 de Marzo de 1850. Su padre Demetrio Olavegoya
pertenecía a una familia distinguida de la República Argentina.
Su madre, la señora Manuela Iriarte, gracias a su inteligencia y a su virtud
poco ordinaria era denominada por todos con el nombre de "santa". En
este virtuoso hogar donde reinó siempre la unión más perfecta transcurrieron
los primeros años de Domitila. Esta era de carácter vivo y alegre. Su bella
figura llevaba, por así decirlo el sello de la inocencia y candor que nunca se
marchitaron. El 8 de Diciembre de 1872 se unió en matrimonio con el Señor
Reinaldo Vivanco (hijo del General Don Manuel Vivanco Presidente de la República). Su
matrimonio fue feliz, pues como esposo se mostró siempre respetuoso y deferente
hacia ella. El 13 de Mayo de 1881 tuvo el dolor de perderlo en la batalla de
San Juan, contra las tropas chilenas, ella lo lloró amargamente, pues lo quería
con toda la ternura de su corazón. Fue entonces que se hicieron admirar sus
virtudes, entre las cuales brillaron su caridad extraordinaria y su amor a los
pobres enfermos visitándolos y aliviándolos en los hospitales.
Poco
después de su viudez sintió el deseo de hacerse religiosa, entusiasmada por la
lectura de la vida de Santa Juana Francisca de Chantal y ya no pensó en otra cosa sino en llegar a ser
su hija.
Pero
antes de realizar sus deseos tuvo que tropezar con graves dificultades, una de
ellas la oposición de sus familiares
Su
director espiritual que poseía todos los secretos de su corazón y quien
descubría que nuestro Señor era el autor de esta preciosa inspiración, hizo surgir en el espíritu de este santo sacerdote
el pensamiento de que ella misma tomase el parecer de otros miembros
distinguidos del Clero a fin de decidir un asunto tan importante.
De
hecho, habiendo recurrido a consejo de algunos sacerdotes, estos reconocieron
que su vocación era real. Como no había ningún monasterio de la Visitación en Lima
concibió el deseo de fundar uno.
Todos
los pasos que se dieron para obtener la fundación proyectada fracasaron; los
trabajos de varios años quedaron inútiles. No se había logrado ni la más remota
esperanza; todo hacía pues, creer que no era la voluntad de Dios y que había
llegado el tiempo de desistir de semejante empresa.
El
R.P. Juan Pedro Mergés, Superior de los Padres Redentoristas acababa de llegar
a Lima. Este santo sacerdote recibió luz de Dios para llevar a cabo la
fundación deseada, causaba admiración oírle hablar sobre el particular y en
varias ocasiones se conoció que el mismo Dios lo informaba de las cosas en las
que no había estado en antecedentes y que no podía saberlas sino por
inspiración divina. Alentada con este conocimiento sobrenatural y venciendo
otras muchas dificultades, pudo cumplir el consejo dado por nuestro Monasterio
de Annecy (cuna de la Orden)
dirigiendo sus pasos al Monasterio de Montevideo el 3 de Setiembre de 1886 para
comenzar su Noviciado con la esperanza de ver más tarde realizados sus deseos
de fundación. Providencialmente se encontraban allí tres fervorosas peruanas
que habían ingresado hacía poco por no existir la Visitación en el Perú.
Ya
como religiosa nuestra hermana era carácter recto, su aire serio y reservado en
apariencia, no dejaba conocer tanto bueno que en ella se encerraba. No parecía
posible que se uniera ese talento tan superior, ese juicio tan claro y recto,
esa capacidad y disposición para todo, con una timidez natural, y con ese
candor y sencillez de niña que había en su conversación; y que se pintaban también
en su fisonomía, a pesar de ser tan seria. Su conciencia tan delicada no le
permitía decir la menor palabra que pudiera herir la fama del prójimo ni aún
oírla.
Su
recogimiento interior era notable y ella habría deseado que le dieran por oficio remendar las medias de sus hermanas
en su habitación para no perderlo; así lo decía. En la capilla ese recogimiento
era profundo y tanto que llevaba a Dios. Alma recta, corazón tierno y amoroso
ignoraba ella misma los dones de que el Señor le había colmado y algunas
virtudes que había practicado; tanta era su humildad.
Su
muerte santa ha sido el eco de su vida. Miedosa y susceptible a las
enfermedades, Dios nuestro Señor para purificarla sin duda le envió una larga y
difícil, como es el cáncer interno. ¡Qué de actos de resignación, de humildad,
no ha tenido que hacer durante más de un año!; su virtud no se desmintió jamás
por eso, al contrario crecía de día en día y en los últimos de su vida parecía
un ser que no vivía en la tierra sino en el cielo; excepto los dolores que
soportaba sola, queriendo molestar lo menos posible; como había sido antes poco
demostrativa, ahora era toda ternura y manifestación a todas sus hermanas que la asistían y la visitaban,
dejando ver así ese tesoro de caridad de que rebosaba su tierno y amoroso
corazón.
Entregó
su espíritu a su Creador que tanto amó, que tanto reverenció y que con ansia
deseó en los últimos tiempos el día 21
de Junio de 1906 a
la edad de 56 años y 18 años de Profesión Religiosa. Su semblante quedo tan
hermoso como si estuviera viva y con un aire de gratitud que era muy notable a
todas y que iba haciéndose cada vez mas pronunciado. Al momento de cerrar el
cofre nos llamo la atención una cierta claridad del cielo en ese semblante, que
no era natural, no era de la tierra; era algo indescriptible. ¿Querría el Señor
mostrarnos así la santidad de su sierva?
La
hora del Señor había llegado, el Monasterio de Montevideo enviaba para la
fundación de Lima un pequeño y fervoroso enjambre compuesto de seis hermanas: La Respetable Madre
María Rafaela Denegri, profesa de nuestra Comunidad de Génova, que venía como Superiora,
Sor María Pía Benavente, elegida Asistente, y como cooperadoras las Hermanas
María Victoria Rodríguez, María Chantal Benavente, María Magdalena Olavegoya y
María Querubina Solavarrieta. Fue el 4 de Octubre de 1890, primer viernes de
mes, el día mil veces venturoso en que vieron la tierra prometida tantos años
añorada. Después de algunas peripecias, propias de los viajes, hicieron un pequeño
alto en el Monasterio de Santiago de Chile, cuya cordialidad visitandina
reanimó su valor para proseguir la ardua empresa que les esperaba.
El
18 de Noviembre llegan a Lima nuestras hermanas y fue en Santa Sofía la primera
casa que las albergó.
Un
gran número de personas distinguidas las recibieron. El gozo de tener las hijas
de San Francisco de Sales era tal que todo el trayecto fue un verdadero
triunfo.
Poco,
a poco al entusiasmo siguió el silencio y las visitas fueron reemplazadas por
la soledad y el olvido. Las valerosas Fundadoras experimentaron entonces la
verdad de esta enseñanza de San Francisco de Sales: La Visitación está fundada
sobre el Monte Calvario. Siete meses después se trasladaron al Callao, por
consejo de la autoridad eclesiástica, para abrir un pequeño pensionado pues en
este puerto no existía ninguno.
Visto
y considerado que la situación de la Comunidad no había mejorado en el Callao, el
Señor Arzobispo y personas amigas las aconsejaron volver a Lima, pero un
incidente providencial las llevó a Bellavista el 9 de Setiembre de 1893. Ya
instaladas comenzaron a florecer las vocaciones asegurando así el porvenir de la Comunidad. La
extensión del terreno y su situación les hacía esperar, contando con los
recursos de la Providencia,
construir un monasterio regular, pero más tarde los sucesos fueron demostrando
que la ciudad de Lima, era el sitio escogido para su descanso y que la
permanencia en BelIavista era únicamente transitoria.
Fue
bajo la bienhechora sombra de la cruz que la pequeña fundación expandía su
frondoso ramaje.
El
29 de Enero de 1900 décimo año de nuestra fundación, las Hermanas entraron
definitivamente en posesión de un terreno situado en ese entonces en las
afueras de la capital, propiedad de una de las hermanas Fundadoras; y el 3 de Febrero
de 1905 primer viernes de mes fue el día destinado en que tomaron posesión de
esta morada preparada con tanto amor por las Fundadoras.
Ya
a la sombra de los claustros y en un
Monasterio regular las hijas de San Francisco de Sales, ocultas y silenciosas
libaron la miel de la verdadera devoción uniéndose así con Dios a fin de ayudar
con sus oraciones y total entrega, a la Santa Iglesia y a la
salvación de las almas, fin único de su
vocación.
En
los planes de Dios la comunidad no había aún llegado al lugar que le tenía
destinado la
Divina Providencia. En 1905 cuando se hizo el traslado a
Lima, el Monasterio quedaba en las afueras de la ciudad como lo dijimos
anteriormente. Al correr de los años urbanizada esta zona, este quedó en el
centro de un barrio industrial lo que dio ocasión a no pocas dificultades entre
ellas un ambiente malsano que no favorecería la salud, dado nuestro género de
vida c1austrada. Esto decidió a que se buscase un clima más favorable donde la Comunidad gozara de aire
más puro y de silencio que favorece la vida de recogimiento. Antes de tomar una
decisión se consultó a personas competentes para la elección del lugar y del
terreno donde se debía edificar. La localidad de Ñaña fue escogida para este efecto.
El 29 de Marzo de 1958 nos trasladábamos llenas de gozo y agradecimiento al
constatar una vez más las misericordias del Divino Corazón para esta Comunidad
que le está particularmente consagrada por el tiempo y la eternidad.
No
podemos terminar este breve relato sin manifestar nuestra inmensa gratitud a
nuestro Monasterio de Annecy, quien por medio de la muy respetable Madre Ana
María Babin, supo sostener y alentar la fundación desde sus comienzos. A
nuestro querido Monasterio de Montevideo que tan generosamente cedió el
fervoroso grupo de las Hermanas Fundadoras. A los Sacerdotes y Religiosos que
con su consejo ayudaron a la realización de este designio: Monseñor Tovar,
Monseñor José Machi (Delegado Apostólico), el R.P. Juan Pedro Mergés C.(Redentorista),
el R.P. Fray Bernardino Gonzáles ( O. F. M), los Reverendos Padres de la Compañía de Jesús, en fin
a la familia Olavegoya que tan generosamente sufragó los gastos de los
comienzos, así como también a los parientes, amigos y bienhechores vivos y difuntos,
a quienes sería largo enumerar, que el Señor les recompense con la abundancia
de sus gracias y de su misericordioso amor.
No
podemos finalizar este capítulo sin dejar de hacer conocer la admirable aunque
oculta vida de las compañeras fundadoras
de nuestra hermana María Magdalena Olavegoya, las cuales fueron y son ejemplo
de entrega para nuestra pequeña Visitación
Madre María
Rafaela Denegri
Natural
de Inglaterra, vino al mundo el 20 de Junio de 1830. A los 26 años ingresó
en nuestro monasterio de Génova (Italia). Un año después fue solicitada
por el Monasterio de Montevideo para
ayudar en el pensionado. Siguió allí hasta 1885 que la comunidad de Buenos
Aires la solicitó también para su pensionado, donde fue vicaria de la comunidad
durante los dos años. A su regreso al Monasterio de Montevideo fue nombrada
Directora del Noviciado hasta que en 1890 vino para Lima.
Fue
muy amante de la fiel observancia de la regla y del silencio, de quien se pudo
decir como el salmista, que toda su belleza era interior. Alma inocente
entregada al servicio de Dios desde su temprana juventud, de tal modestia y
candor, que nuestro Señor permitió que aun después de su muerte, con motivo de
nuestra traslación al monasterio de Lima, se encontrara su cuerpo intacto, más
de dos años después de su fallecimiento. Sufrió con heroica paciencia y
sumisión a la voluntad de Dios, desde siete años antes de su muerte una total
ceguera. Como le preguntasen en la ultima reunión de comunidad a que asistió
¿cual había sido su ocupación interior durante el mes? contesto con lágrimas de
humildad, que por su incapacidad y miseria no había hecho otra cosa que
sumergirse continuamente en la preciosa sangre del Salvador.
Como
escriben las crónicas: “Sin duda esta divina sangre terminó la purificación de
la victima que adornada y cubierta con esta riquísima vestidura de vida voló a
cantar eternamente la misericordia de Dios”. Falleció el 28 de Agosto de 1902 a la edad de 71 años,
44 de profesión religiosa.
Hermana María Pía Benavente
Nació
en Buenos Aires el 1 de Octubre de 1854
y recibió en el santo bautismo el nombre de Rosa (El mismo nombre de su
madre). Era la menor de los 5 hijos con los que Dios bendijo la unión de sus
distinguidos padres el Sr. Juan de la Cruz Benavente y la Sra. Rosa Pacheco.
Establecida
en Lima y al morir su padre, decidió pedir su admisión, unida a su mamá (que
sería en religión la Hna.
María Chantal de Benavente) en Montevideo el 12 de Agosto de
1882. Ingresan el 1 de Febrero de 1883, tomando el nombre de Maria Pía. Un año
después el 3 de Febrero emitieron sus Santos Votos. Formará parte de la
fundación en el año 1890. Después de los 3 años de gobierno de Madre Maria
Rafaela Denegri, en 1894, será la segunda superiora.
Su
primer cuidado fue consagrar la comunidad a la Santísima Virgen,
para que ella fuera la
Superiora durante 24 años. Ella fue una regla viva; el vigor
de su grande alma tan semejante a la dulzura de San Francisco de Sales y la
viveza y fortaleza de Santa Juana de Chantal. Era verdadera Madre en toda la
extensión de la palabra; en los momentos difíciles, en las penas de familia, en
cualquier circunstancia, era el ángel consolador que derramaba bálsamo en las
heridas del alma o del corazón, todo en ella inspiraba confianza y cariño,
ternura y veneración; su modestia sencilla y majestuosa daba a todos los
espíritus esa feliz expansión exterior que sin entorno sobre si misma, hace
caminar forzosa y generosamente en la practica de las virtudes.
Era
verdaderamente alma de oración, dilatada por la caridad divina que le abría a
las más bellas devociones, sobre todo al Sagrado Corazón de Jesús que era el centro donde se dirigían
todos sus afectos. De igual manera, fue entrañable su amor a la Santísima Virgen
en todas sus advocaciones, así como por nuestros Santos Fundadores y por Sta.
Margarita Maria de Alacoque; también profesaba culto especial a San José. Otros
rasgos característicos, eran su fe y
confianza en la providencia que nunca quedaron defraudadas; apoyada en ella
emprendió la construcción del segundo piso del monasterio, de nuestra Iglesia; y siempre sin escogerlo,
coincidió ser el 19 de Mayo, fecha de su primera entrega de la Comunidad a la Reina del cielo como Madre y
Superiora.
Destacó
por su mortificación y paciencia en los dolores de cabeza que desde su juventud
religiosa la hicieron sufrir un verdadero martirio, siempre coronada de espinas
y apacible como su celestial esposo. En 1926 creímos nos iba a ser arrebatado
nuestro tesoro, se le administró aún el
santo viático, pero el Señor se digno
escuchar nuestras ardientes súplicas devolviéndole la salud y pudimos
aun en 1927 elegirla de nuevo como superiora, a pesar de que hizo cuanto pudo
para impedirlo, vio la voluntad de Dios y siguió sacrificándose
por su Comunidad y nosotras beneficiándonos de su dirección cada día mas
sobrenatural. En 1930 que debió dejar el cargo, la obediencia le confió el Noviciado
y las felices ovejitas tuvieron el privilegio de admirar de cerca las virtudes
de su venerada maestra. Todas constataban que si su santidad iba creciendo más y más, su salud declinaba y
pronto debió instalarse en la enfermería. Nuestra Rvda. Madre deseosa de no
privar a nuestras hermanas novicias de un modelo tan perfecto de virtudes
visitandinas, hizo trasladar el Noviciado al lado de su celda, desde donde se
abnegó hasta el último instante de su preciosa vida a pesar de los grandes
sufrimientos de su larga y dolorosa enfermedad.
En junio
de 1932 fue atacada de gripe con una grave complicación al corazón; todo era
paz y tranquilidad cerca del altar donde el Divino Sacrificador inmolaba a su
dulce victima. El 9 de Julio recibió los últimos sacramentos con el fervor que
la caracterizaba, en su lecho de muerte nos daba sus ultimas lecciones de sumisión
y dependencia, respondiendo a cualquier ofrecimiento: “Como Nuestra Madre diga,
lo que ella quiera”... El instante mas temido de nuestro corazones se
aproximaba... el 9 de Agosto de 1932
poco antes de las 6:00 a.m. asistida de nuestra reverenda Madre que no
la dejaba ni un momento voló hacia la verdadera
Patria a los 79 años de edad y 48 años
y medio de profesión religiosa; sus restos venerados reposan en nuestro
cementerio.
María Chantal de Benavente
Nació
el 4 de Septiembre de 1834, y fue bautizada el mismo día con el nombre de Rosa,
desde muy niña llamaba la atención por sus admirables virtudes, modesta, suave,
afable, pero sobre todo humilde, hasta en los juegos de la infancia buscaba
siempre el último lugar como lo dicen sus contemporáneas.
Esta
virtud de la humildad unida a la de un
entero abandono a la
Voluntad Divina hizo su carácter predominante hasta el fin de
su vida, que se pasó toda entregada a su Dios en medio de sus diversas
situaciones.
Su
oración puede decirse que era continua, regalándola el Señor con el don de
lágrimas cuando aún estaba establecida en el mundo: y después y antes, obrando
mil maravillas en su favor y dándole una misteriosa visión. Su mirada sólo inspiraba devoción porque su hermosa
alma parecía reflejarse fuera.
Podemos
decir que era de aquellas almas de que habla nuestra Santa Madre, que se deben
tener por “muy preciosas porque son raras”.
No
habiendo podido recibir el Santo Viático y la Extrema Unción
antes de su muerte, esto nos preocupó; de esto su confesor nos tranquilizó
diciendo: que esta alma había estado en una “comunión continua” porque vivía
abismada en la voluntad de Dios.
Falleció
el 2 de Mayo de 1895 a
la edad de 60 años y 7 meses y 11 de
profesión Religiosa, sus restos quedaron provisionalmente en una pequeña gruta
de nuestro jardín en nuestro antiguo monasterio de Lima. Se encuentran
actualmente en el cementerio de nuestro Monasterio de Ñaña.
María Querubina Solabarrieta
Nació
en Lasarte (España) el 21 de Noviembre de 1860. Siendo muy joven fue a
Montevideo en compañía de un tío y su familia, que debía establecerse en esa
ciudad. Allí ella visitó el Monasterio
de la Visitación, efectuándose su ingreso a la edad de 23 años.
Desde allí vino a la
Fundación de Perú. Sirvió a la comunidad con inagotable
abnegación en todos los oficios y empleos aún cuando sus enfermedades se lo impidieron. Toda
su vida fue un ejemplo de virtudes,
sobresaliendo en la exacta obediencia, y en el espíritu de mortificación que
brillo en todos sus actos, podemos decir
hasta su último suspiro.
Sus
enfermedades que en su periodo final le generaron una especie de
reblandecimiento cerebral, la condujeron a su fallecimiento que tuvo lugar el 7
de Noviembre de 1930, primer viernes del mes a las 3 de la tarde, después de
haber recibido con abundancia los socorros de nuestra Santa Madre Iglesia; a
los 70 años de edad de los cuales 43 de
profesión religiosa.
María Victoria Rodríguez
Esta
querida hermana fue una de nuestras fundadoras que era para nosotras la única
reliquia que nos quedaba como grato recuerdo del pasado.
Nació en Ambo (Departamento de Huanuco), el 19
de Abril de 1846 y recibió con el santo bautismo el nombre de Vicenta. Fue
objeto de la predilección de sus amantes padres así como de su madrina, quien
la hizo educar esmeradamente en compañía de sus propias hijas que la
consideraban como hermana y la amaban por su candor y sencillez.
La
piedad crecía con la niña, sobresaliendo en ella una devoción ferviente a San
José que parecía innata en su alma. Cuando la señorita Sofía Figueroa (después
nuestra hermana Margarita Maria), deseo trasladarse a Montevideo para ser Visitandina,
nuestra querida Vicenta, que sentía el mismo atractivo la acompañó, dejando
generosamente a su buena madre por seguir la voz de Dios, quien con igual
generosidad se separo de su única y tan amada hija. El 17 de Agosto de 1878
entro al Monasterio y tomo el hábito el 18 de Septiembre del mismo año
recibiendo el nombre de María Victoria y el año siguiente hizo la Santa Profesión. En
sus designios adorables Dios nuestro Señor, escogió Él mismo y modeló el
corazón de esta querida hermana que había de ser la columna más firme y durable
de nuestra Comunidad. Dotada de recto y claro juicio, muy observante de
nuestras Santas Reglas, exacta en todo lo que le enseñaban y expedita para
todos los empleos, sus superiores la encontraron capaz de venir como
cooperadora a nuestra fundación. En efecto, siempre se ha mostrado a la altura
de la misión que le habían confiado; como miembro del Consejo era el apoyo mas
seguro para nuestras Madres, siendo para ellas la hija mas sumisa y respetuosa;
como Asistente del Noviciado iniciaba a
las jóvenes con mucho esmero en sus deberes religiosos infundiendo en las almas
el aprecio de su vocación, sobre todo en la práctica de una exacta observancia
y amor a la vida común que fue la nota dominante de su espíritu.
Con
que tacto y paciencia formó a muchas hermanas de nuestro Monasterio en los
diferentes empleos, pues tenia el don de la organización, hasta en su
ancianidad no olvidaba ningún detalle por mínimo que fuese y daba gusto seguir
fielmente sus indicaciones que se recuerdan con gratitud imperecedera, sus enseñanzas y ejemplos de sólida virtud,
sobre todo en los primeros años de una fundación en que las privaciones y
trabajos son sin numero.
En
1929 se preparó con gran cuidado para su Jubileo de Oro, no fue una renovación
de vida pues no había perdido su primer fervor, sino una unión mas intima con
el amado de su alma.
Ya
a sus 83 años dejaba hacer de ella todo
lo que se quería, sin manifestar ningún deseo;
y con su sonrisa manifestaba su agradecimiento y la paz de su alma.
En
marzo de 1932 su debilidad creciente nos hizo temer perderla. Recibió los últimos sacramentos con gran
lucidez y fervor; su piadosa muerte aconteció el 23 de Agosto de 1932 a la 1:15 p.m.; no dudamos, como ella lo esperaba, que San José a quien
tanto amó vendría a recibir su alma introduciéndola en la eternidad. Contaba 86
años de edad y 52 años 7 meses de Profesión Religiosa.
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