La Visitación en el Perú


Por los años 1880, tuvo lugar en la Iglesia de la Recoleta, que  hoy ocupan los Religiosos de los Sagrados Corazones. un horrible sacrilegio,  perpetrado por ladrones que sustrajeron el copón dejando las hostias derramadas en el pavimento. Este hecho que impresionó a toda la ciudad de lima motivó la clausura de la iglesia, que fue declarada en entredicho.
                   Como las señoras que vivían en los alrededores tenían costumbre de celebrar el mes de María se reunieron a este efecto para alcanzar del Sr. Arzobispo que la Iglesia se abriera de nuevo, lo que consiguieron sin gran dificultad. Obtenida la  licencia se les sugirió, solicitar el concurso del R.P. Garcés de la Compañía de Jesús de dulce, memoria, quién había llegado recientemente (después de la expulsión que habían tenido los Jesuitas en el año 1767 y regresando en los años de 1871).
            Este accedió a la petición de las piadosas señoras, y se dio principio a las distribuciones del mes de María. En la primera de ellas el R.P. hizo alusión del hecho sacrí1ego que había tenido lugar en esa Iglesia y manifestó cuan conveniente sería establecer en este templo la Asociación ,de la Comunión Reparadora con el objeto de reparar el ultraje que se acababa de inferir a ese Corazón Divino, y los otros muchos que se le infieren continuamente. Este día su deseo fue expresado con tanto entusiasmo por aquel santo y celoso sacerdote que conmovió a una de las piadosas señoras que lo escuchaba, la que terminada la distribución fue a encontrar al R.P. ofreciéndole su cooperación para la obra que el había propuesto.
            Esta señora era nada menos, que nuestra futura hermana Fundadora Domitila Olavegoya Vda. de Vivanco, quien secundó perfectamente los pasos dados por el R. P. Garcés, logrando realizar en breve tiempo que se estableciese en la Iglesia de la Recoleta la Asociación deseada.
            Careciendo aún de un altar propio para las distribuciones se trató de buscar un cuadro de la imagen del Sagrado Corazón. La Señora Olavegoya, acababa de recibir de Europa un hermoso lienzo representando la aparición del Sagrado Corazón a santa Margarita María de Alacoque[1]. Fue pues delante de este cuadro que se rindieron a este “Adorable Corazón” los primeros homenajes de amor y reparación que aquella bendita Asociación debía procurarle en amplia medida en los tiempos futuros. Entre las intenciones que se presentaban todos los meses a los asociados para materia de sus súplicas una de ellas era la de pedir con instancia al Divino Corazón la fundación de un monasterio de la Visitación en esta ciudad.
            Esta Asociación no permaneció mucho tiempo en la Recoleta, pasó sucesivamente a varios templos, hasta que se estableció definitivamente en el de San Pedro.
            Gran parte del templo de la Recoleta fue destruido poco después por un voraz incendio que en el espacio de una hora lo redujo a cenizas, sin que se supiera la causa que lo había producido. Se atribuyó este hecho a la Justicia Divina justamente irritada por el sacrilegio que allí había tenido lugar.
            La Asociación continuó rogando por la fundación de la Visitación de manera que enlazando los acontecimientos vemos que esta pequeña parte de la Fundación de nuestra Orden en el Perú, ha sido el fruto de la oración asidua dirigida por los miembros de una Asociación que no tenía otro objeto que dar gloria y reparación al amantísimo Corazón de Jesús; así podemos deducir que esta pequeña colmenita ha sido elegida por este Divino Corazón para que le rinda amor, gloria y reparación hasta el fin de los siglos.
            Esta suposición derivada de los mismos acontecimientos les fue confirmada por el R.P. Cañete, Superior de la Compañía de Jesús, el día en que después de celebrar la Santa Misa por vez primera en el Monasterio de Lima, cuya posesión acababan de tomar les dirigió las siguientes palabras: "Esta santa casa está destinada a dar gloria al Sagrado Corazón de Jesús hasta el fin de los siglos". Así afirmamos con todo el entusiasmo de nuestras almas que el Sagrado Corazón de Jesús es el único y verdadero fundador de esta Comunidad.

 

1.      NUESTRA FUNDADORA[2]
            Esbozando los rasgos de la vida de nuestra querida hermana Fundadora María Magdalena Olavegoya[3], se nos presenta a nuestro espíritu el recuerdo de nuestra Santa Madre Juana Francisca de Chantal. Hay en efecto, entre estas dos almas una gran semejanza de caracteres, pensamientos, deseos y cierta analogía en los principales acontecimientos de su vida. Es pues muy natural que sintamos el deseo de aplicarle el nombre de "Mujer Fuerte", título dado en otro tiempo a nuestra gloriosa Madre por nuestro Santo Fundador Francisco de Sales.
            Domitila Olavegoya, nació en Lima el 7 de Marzo de 1850. Su padre Demetrio Olavegoya pertenecía a una familia distinguida de la República Argentina. Su madre, la señora Manuela Iriarte, gracias a su inteligencia y a su virtud poco ordinaria era denominada por todos con el nombre de "santa". En este virtuoso hogar donde reinó siempre la unión más perfecta transcurrieron los primeros años de Domitila. Esta era de carácter vivo y alegre. Su bella figura llevaba, por así decirlo el sello de la inocencia y candor que nunca se marchitaron. El 8 de Diciembre de 1872 se unió en matrimonio con el Señor Reinaldo Vivanco (hijo del General Don Manuel Vivanco Presidente de la República). Su matrimonio fue feliz, pues como esposo se mostró siempre respetuoso y deferente hacia ella. El 13 de Mayo de 1881 tuvo el dolor de perderlo en la batalla de San Juan, contra las tropas chilenas, ella lo lloró amargamente, pues lo quería con toda la ternura de su corazón. Fue entonces que se hicieron admirar sus virtudes, entre las cuales brillaron su caridad extraordinaria y su amor a los pobres enfermos visitándolos y aliviándolos en los hospitales.
            Poco después de su viudez sintió el deseo de hacerse religiosa, entusiasmada por la lectura de la vida de Santa Juana Francisca de Chantal y  ya no pensó en otra cosa sino en llegar a ser su hija.
            Pero antes de realizar sus deseos tuvo que tropezar con graves dificultades, una de ellas la oposición de sus familiares
            Su director espiritual que poseía todos los secretos de su corazón y quien descubría que nuestro Señor  era el  autor de esta preciosa inspiración,  hizo surgir en el espíritu de este santo sacerdote el pensamiento de que ella misma tomase el parecer de otros miembros distinguidos del Clero a fin de decidir un asunto tan importante.
            De hecho, habiendo recurrido a consejo de algunos sacerdotes, estos reconocieron que su vocación era real. Como no había ningún monasterio de la Visitación en Lima concibió el deseo de fundar uno.
            Todos los pasos que se dieron para obtener la fundación proyectada fracasaron; los trabajos de varios años quedaron inútiles. No se había logrado ni la más remota esperanza; todo hacía pues, creer que no era la voluntad de Dios y que había llegado el tiempo de desistir de semejante empresa.
            El R.P. Juan Pedro Mergés, Superior de los Padres Redentoristas acababa de llegar a Lima. Este santo sacerdote recibió luz de Dios para llevar a cabo la fundación deseada, causaba admiración oírle hablar sobre el particular y en varias ocasiones se conoció que el mismo Dios lo informaba de las cosas en las que no había estado en antecedentes y que no podía saberlas sino por inspiración divina. Alentada con este conocimiento sobrenatural y venciendo otras muchas dificultades, pudo cumplir el consejo dado por nuestro Monasterio de Annecy (cuna de la Orden) dirigiendo sus pasos al Monasterio de Montevideo el 3 de Setiembre de 1886 para comenzar su Noviciado con la esperanza de ver más tarde realizados sus deseos de fundación. Providencialmente se encontraban allí tres fervorosas peruanas que habían ingresado hacía poco por no existir la Visitación en el Perú.
            Ya como religiosa nuestra hermana era carácter recto, su aire serio y reservado en apariencia, no dejaba conocer tanto bueno que en ella se encerraba. No parecía posible que se uniera ese talento tan superior, ese juicio tan claro y recto, esa capacidad y disposición para todo, con una timidez natural, y con ese candor y sencillez de niña que había en su conversación; y que se pintaban también en su fisonomía, a pesar de ser tan seria. Su conciencia tan delicada no le permitía decir la menor palabra que pudiera herir la fama del prójimo ni aún oírla.
              Su recogimiento interior era notable y ella habría deseado que le dieran  por oficio remendar las medias de sus hermanas en su habitación para no perderlo; así lo decía. En la capilla ese recogimiento era profundo y tanto que llevaba a Dios. Alma recta, corazón tierno y amoroso ignoraba ella misma los dones de que el Señor le había colmado y algunas virtudes que había practicado; tanta era su humildad.
               Su muerte santa ha sido el eco de su vida. Miedosa y susceptible a las enfermedades, Dios nuestro Señor para purificarla sin duda le envió una larga y difícil, como es el cáncer interno. ¡Qué de actos de resignación, de humildad, no ha tenido que hacer durante más de un año!; su virtud no se desmintió jamás por eso, al contrario crecía de día en día y en los últimos de su vida parecía un ser que no vivía en la tierra sino en el cielo; excepto los dolores que soportaba sola, queriendo molestar lo menos posible; como había sido antes poco demostrativa, ahora era toda ternura y manifestación a todas  sus hermanas que la asistían y la visitaban, dejando ver así ese tesoro de caridad de que rebosaba su tierno y amoroso corazón.
              Entregó su espíritu a su Creador que tanto amó, que tanto reverenció y que con ansia deseó en los últimos tiempos el  día 21 de Junio de 1906 a la edad de 56 años y 18 años de Profesión Religiosa. Su semblante quedo tan hermoso como si estuviera viva y con un aire de gratitud que era muy notable a todas y que iba haciéndose cada vez mas pronunciado. Al momento de cerrar el cofre nos llamo la atención una cierta claridad del cielo en ese semblante, que no era natural, no era de la tierra; era algo indescriptible. ¿Querría el Señor mostrarnos así la santidad de su sierva?

  LA FUNDACIÓN[4]

             La hora del Señor había llegado, el Monasterio de Montevideo enviaba para la fundación de Lima un pequeño y fervoroso enjambre compuesto de seis hermanas: La Respetable Madre María Rafaela Denegri, profesa de nuestra Comunidad de Génova, que venía como Superiora, Sor María Pía Benavente, elegida Asistente, y como cooperadoras las Hermanas María Victoria Rodríguez, María Chantal Benavente, María Magdalena Olavegoya y María Querubina Solavarrieta. Fue el 4 de Octubre de 1890, primer viernes de mes, el día mil veces venturoso en que vieron la tierra prometida tantos años añorada. Después de algunas peripecias, propias de los viajes, hicieron un pequeño alto en el Monasterio de Santiago de Chile, cuya cordialidad visitandina reanimó su valor para proseguir la ardua empresa que les esperaba.
            El 18 de Noviembre llegan a Lima nuestras hermanas y fue en Santa Sofía la primera casa que las albergó.
        Un gran número de personas distinguidas las recibieron. El gozo de tener las hijas de San Francisco de Sales era tal que todo el trayecto fue un verdadero triunfo.
             Poco, a poco al entusiasmo siguió el silencio y las visitas fueron reemplazadas por la soledad y el olvido. Las valerosas Fundadoras experimentaron entonces la verdad de esta enseñanza de San Francisco de Sales: La Visitación está fundada sobre el Monte Calvario. Siete meses después se trasladaron al Callao, por consejo de la autoridad eclesiástica, para abrir un pequeño pensionado pues en este puerto no existía ninguno.
            Visto y considerado que la situación de la Comunidad no había mejorado en el Callao, el Señor Arzobispo y personas amigas las aconsejaron volver a Lima, pero un incidente providencial las llevó a Bellavista el 9 de Setiembre de 1893. Ya instaladas comenzaron a florecer las vocaciones asegurando así el porvenir de la Comunidad. La extensión del terreno y su situación les hacía esperar, contando con los recursos de la Providencia, construir un monasterio regular, pero más tarde los sucesos fueron demostrando que la ciudad de Lima, era el sitio escogido para su descanso y que la permanencia en BelIavista era únicamente transitoria.
             Fue bajo la bienhechora sombra de la cruz que la pequeña fundación expandía su frondoso ramaje.
            El 29 de Enero de 1900 décimo año de nuestra fundación, las Hermanas entraron definitivamente en posesión de un terreno situado en ese entonces en las afueras de la capital, propiedad de una de las hermanas Fundadoras; y el 3 de Febrero de 1905 primer viernes de mes fue el día destinado en que tomaron posesión de esta morada preparada con tanto amor por las Fundadoras.
            Ya a la sombra de  los claustros y en un Monasterio regular las hijas de San Francisco de Sales, ocultas y silenciosas libaron la miel de la verdadera devoción uniéndose así con Dios a fin de ayudar con sus oraciones y total entrega, a la Santa Iglesia y a la salvación de las almas, fin  único de su vocación.
             En los planes de Dios la comunidad no había aún llegado al lugar que le tenía destinado la Divina Providencia. En 1905 cuando se hizo el traslado a Lima, el Monasterio quedaba en las afueras de la ciudad como lo dijimos anteriormente. Al correr de los años urbanizada esta zona, este quedó en el centro de un barrio industrial lo que dio ocasión a no pocas dificultades entre ellas un ambiente malsano que no favorecería la salud, dado nuestro género de vida c1austrada. Esto decidió a que se buscase  un clima más favorable donde la Comunidad gozara de aire más puro y de silencio que favorece la vida de recogimiento. Antes de tomar una decisión se consultó a personas competentes para la elección del lugar y del terreno donde se debía edificar. La localidad de Ñaña fue escogida para este efecto. El 29 de Marzo de 1958 nos trasladábamos llenas de gozo y agradecimiento al constatar una vez más las misericordias del Divino Corazón para esta Comunidad que le está particularmente consagrada por el tiempo y la eternidad.
            No podemos terminar este breve relato sin manifestar nuestra inmensa gratitud a nuestro Monasterio de Annecy, quien por medio de la muy respetable Madre Ana María Babin, supo sostener y alentar la fundación desde sus comienzos. A nuestro querido Monasterio de Montevideo que tan generosamente cedió el fervoroso grupo de las Hermanas Fundadoras. A los Sacerdotes y Religiosos que con su consejo ayudaron a la realización de este designio: Monseñor Tovar, Monseñor José Machi (Delegado Apostólico), el R.P. Juan Pedro Mergés C.(Redentorista), el R.P. Fray Bernardino Gonzáles ( O. F. M), los Reverendos Padres de la Compañía de Jesús, en fin a la familia Olavegoya que tan generosamente sufragó los gastos de los comienzos, así como también a los  parientes, amigos y bienhechores vivos y difuntos, a quienes sería largo enumerar, que el Señor les recompense con la abundancia de sus gracias y de su misericordioso amor.

 
COMPAÑERAS DE FUNDACIÓN[5]

             No podemos finalizar este capítulo sin dejar de hacer conocer la admirable aunque oculta  vida de las compañeras fundadoras de nuestra hermana María Magdalena Olavegoya, las cuales fueron y son ejemplo de entrega para nuestra pequeña Visitación

Madre  María  Rafaela  Denegri

            Natural de Inglaterra, vino al mundo el 20 de Junio de 1830. A los 26 años ingresó en nuestro monasterio de Génova (Italia). Un año después fue solicitada por  el Monasterio de Montevideo para ayudar en el pensionado. Siguió allí hasta 1885 que la comunidad de Buenos Aires la solicitó también para su pensionado, donde fue vicaria de la comunidad durante los dos años. A su regreso al Monasterio de Montevideo fue nombrada Directora del Noviciado hasta que en 1890 vino para Lima.
             Fue muy amante de la fiel observancia de la regla y del silencio, de quien se pudo decir como el salmista, que toda su belleza era interior. Alma inocente entregada al servicio de Dios desde su temprana juventud, de tal modestia y candor, que nuestro Señor permitió que aun después de su muerte, con motivo de nuestra traslación al monasterio de Lima, se encontrara su cuerpo intacto, más de dos años después de su fallecimiento. Sufrió con heroica paciencia y sumisión a la voluntad de Dios, desde siete años antes de su muerte una total ceguera. Como le preguntasen en la ultima reunión de comunidad a que asistió ¿cual había sido su ocupación interior durante el mes? contesto con lágrimas de humildad, que por su incapacidad y miseria no había hecho otra cosa que sumergirse continuamente en la preciosa sangre del Salvador.
                   Como escriben las crónicas: “Sin duda esta divina sangre terminó la purificación de la victima que adornada y cubierta con esta riquísima vestidura de vida voló a cantar eternamente la misericordia de Dios”. Falleció el 28 de Agosto de 1902 a la edad de 71 años, 44 de profesión religiosa.

 Hermana  María Pía Benavente

             Nació en Buenos Aires el 1 de Octubre de 1854  y recibió en el santo bautismo el nombre de Rosa (El mismo nombre de su madre). Era la menor de los 5 hijos con los que Dios bendijo la unión de sus distinguidos padres el Sr. Juan de la Cruz Benavente y la Sra. Rosa Pacheco.
            Establecida en Lima y al morir su padre, decidió pedir su admisión, unida a su mamá (que sería en religión la Hna. María Chantal de Benavente) en Montevideo el 12 de Agosto de 1882. Ingresan el 1 de Febrero de 1883, tomando el nombre de Maria Pía. Un año después el 3 de Febrero emitieron sus Santos Votos. Formará parte de la fundación en el año 1890. Después de los 3 años de gobierno de Madre Maria Rafaela Denegri, en 1894, será la segunda superiora.
            Su primer cuidado fue consagrar la comunidad a la Santísima Virgen, para que ella fuera la Superiora durante 24 años. Ella fue una regla viva; el vigor de su grande alma tan semejante a la dulzura de San Francisco de Sales y la viveza y fortaleza de Santa Juana de Chantal. Era verdadera Madre en toda la extensión de la palabra; en los momentos difíciles, en las penas de familia, en cualquier circunstancia, era el ángel consolador que derramaba bálsamo en las heridas del alma o del corazón, todo en ella inspiraba confianza y cariño, ternura y veneración; su modestia sencilla y majestuosa daba a todos los espíritus esa feliz expansión exterior que sin entorno sobre si misma, hace caminar forzosa y generosamente en la practica de las virtudes.
             Era verdaderamente alma de oración, dilatada por la caridad divina que le abría a las más bellas devociones, sobre todo al Sagrado Corazón  de Jesús que era el centro donde se dirigían todos sus afectos. De igual manera, fue entrañable su amor a la Santísima Virgen en todas sus advocaciones, así como por nuestros Santos Fundadores y por Sta. Margarita Maria de Alacoque; también profesaba culto especial a San José. Otros rasgos característicos,  eran su fe y confianza en la providencia que nunca quedaron defraudadas; apoyada en ella emprendió la construcción del segundo piso del monasterio,  de nuestra Iglesia; y siempre sin escogerlo, coincidió ser el 19 de Mayo, fecha de su primera entrega de la Comunidad a la Reina del cielo como Madre y Superiora.
            Destacó por su mortificación y paciencia en los dolores de cabeza que desde su juventud religiosa la hicieron sufrir un verdadero martirio, siempre coronada de espinas y apacible como su celestial esposo. En 1926 creímos nos iba a ser arrebatado nuestro tesoro, se le administró aún el  santo viático, pero el Señor se digno  escuchar nuestras ardientes súplicas devolviéndole la salud y pudimos aun en 1927 elegirla de nuevo como superiora, a pesar de que hizo cuanto pudo para  impedirlo,  vio la voluntad de Dios y siguió sacrificándose por su Comunidad y nosotras beneficiándonos de su dirección cada día mas sobrenatural. En 1930 que debió dejar el cargo, la obediencia le confió el Noviciado y las felices ovejitas tuvieron el privilegio de admirar de cerca las virtudes de su venerada maestra. Todas constataban que si su santidad iba  creciendo más y más, su salud declinaba y pronto debió instalarse en la enfermería. Nuestra Rvda. Madre deseosa de no privar a nuestras hermanas novicias de un modelo tan perfecto de virtudes visitandinas, hizo trasladar el Noviciado al lado de su celda, desde donde se abnegó hasta el último instante de su preciosa vida a pesar de los grandes sufrimientos de su larga y dolorosa enfermedad.
                  En junio de 1932 fue atacada de gripe con una grave complicación al corazón; todo era paz y tranquilidad cerca del altar donde el Divino Sacrificador inmolaba a su dulce victima. El 9 de Julio recibió los últimos sacramentos con el fervor que la caracterizaba, en su lecho de muerte nos daba sus ultimas lecciones de sumisión y dependencia, respondiendo a cualquier ofrecimiento: “Como Nuestra Madre diga, lo que ella quiera”... El instante mas temido de nuestro corazones se aproximaba... el 9 de Agosto de 1932  poco antes de las 6:00 a.m. asistida de nuestra reverenda Madre que no la dejaba ni un momento voló hacia la verdadera  Patria a los 79 años de edad y 48 años  y medio de profesión religiosa; sus restos venerados reposan en nuestro cementerio.

 María Chantal de Benavente

            Nació el 4 de Septiembre de 1834, y fue bautizada el mismo día con el nombre de Rosa, desde muy niña llamaba la atención por sus admirables virtudes, modesta, suave, afable, pero sobre todo humilde, hasta en los juegos de la infancia buscaba siempre el último lugar como lo dicen sus contemporáneas.
            Esta virtud de la humildad unida a la  de un entero abandono a la Voluntad Divina hizo su carácter predominante hasta el fin de su vida, que se pasó toda entregada a su Dios en medio de sus diversas situaciones.
            Su oración puede decirse que era continua, regalándola el Señor con el don de lágrimas cuando aún estaba establecida en el mundo: y después y antes, obrando mil maravillas en su favor y dándole una misteriosa visión. Su mirada  sólo inspiraba devoción porque su hermosa alma parecía reflejarse fuera.    
             Podemos decir que era de aquellas almas de que habla nuestra Santa Madre, que se deben tener por “muy preciosas porque son raras”.
             No habiendo podido recibir el Santo Viático y la Extrema Unción antes de su muerte, esto nos preocupó; de esto su confesor nos tranquilizó diciendo: que esta alma había estado en una “comunión continua” porque vivía abismada en la voluntad de Dios.
              Falleció el 2 de Mayo de 1895 a la edad de 60 años y 7 meses y  11 de profesión Religiosa, sus restos quedaron provisionalmente en una pequeña gruta de nuestro jardín en nuestro antiguo monasterio de Lima. Se encuentran actualmente en el cementerio de nuestro Monasterio de Ñaña.

María Querubina Solabarrieta

            Nació en Lasarte (España) el 21 de Noviembre de 1860. Siendo muy joven fue a Montevideo en compañía de un tío y su familia, que debía establecerse en esa ciudad. Allí  ella visitó el Monasterio de la Visitación,  efectuándose su ingreso a la edad de 23 años. Desde allí vino a la Fundación de Perú. Sirvió a la comunidad con inagotable abnegación en todos los oficios y empleos aún  cuando sus enfermedades se lo impidieron. Toda su vida fue un  ejemplo de virtudes, sobresaliendo en la exacta obediencia, y en el espíritu de mortificación que brillo en todos sus actos,  podemos decir hasta su último suspiro.
             Sus enfermedades que en su periodo final le generaron una especie de reblandecimiento cerebral, la condujeron a su fallecimiento que tuvo lugar el 7 de Noviembre de 1930, primer viernes del mes a las 3 de la tarde, después de haber recibido con abundancia los socorros de nuestra Santa Madre Iglesia; a los  70 años de edad de los cuales 43 de profesión religiosa.
 
María Victoria Rodríguez
             Esta querida hermana fue una de nuestras fundadoras que era para nosotras la única reliquia que nos quedaba como grato recuerdo del pasado.
              Nació en Ambo (Departamento de Huanuco), el 19 de Abril de 1846 y recibió con el santo bautismo el nombre de Vicenta. Fue objeto de la predilección de sus amantes padres así como de su madrina, quien la hizo educar esmeradamente en compañía de sus propias hijas que la consideraban como hermana y la amaban por su candor y sencillez.
            La piedad crecía con la niña, sobresaliendo en ella una devoción ferviente a San José que parecía innata en su alma. Cuando la señorita Sofía Figueroa (después nuestra hermana Margarita Maria), deseo trasladarse a Montevideo para ser Visitandina, nuestra querida Vicenta, que sentía el mismo atractivo la acompañó, dejando generosamente a su buena madre por seguir la voz de Dios, quien con igual generosidad se separo de su única y tan amada hija. El 17 de Agosto de 1878 entro al Monasterio y tomo el hábito el 18 de Septiembre del mismo año recibiendo el nombre de María Victoria y el año siguiente hizo la Santa Profesión. En sus designios adorables Dios nuestro Señor, escogió Él mismo y modeló el corazón de esta querida hermana que había de ser la columna más firme y durable de nuestra Comunidad. Dotada de recto y claro juicio, muy observante de nuestras Santas Reglas, exacta en todo lo que le enseñaban y expedita para todos los empleos, sus superiores la encontraron capaz de venir como cooperadora a nuestra fundación. En efecto, siempre se ha mostrado a la altura de la misión que le habían confiado; como miembro del Consejo era el apoyo mas seguro para nuestras Madres, siendo para ellas la hija mas sumisa y respetuosa; como Asistente del  Noviciado iniciaba a las jóvenes con mucho esmero en sus deberes religiosos infundiendo en las almas el aprecio de su vocación, sobre todo en la práctica de una exacta observancia y amor a la vida común que fue la nota dominante de su espíritu.
             Con que tacto y paciencia formó a muchas hermanas de nuestro Monasterio en los diferentes empleos, pues tenia el don de la organización, hasta en su ancianidad no olvidaba ningún detalle por mínimo que fuese y daba gusto seguir fielmente sus indicaciones que se recuerdan con gratitud imperecedera,  sus enseñanzas y ejemplos de sólida virtud, sobre todo en los primeros años de una fundación en que las privaciones y trabajos son sin numero.
             En 1929 se preparó con gran cuidado para su Jubileo de Oro, no fue una renovación de vida pues no había perdido su primer fervor, sino una unión mas intima con el amado de su alma.
             Ya a sus 83 años dejaba hacer de  ella todo lo que se quería, sin manifestar ningún deseo;  y con su sonrisa manifestaba su agradecimiento y la paz de su alma.
              En marzo de 1932 su debilidad creciente nos hizo temer perderla.  Recibió los últimos sacramentos con gran lucidez y fervor; su piadosa muerte aconteció el 23 de Agosto de 1932  a la 1:15 p.m.; no dudamos,  como ella lo esperaba, que San José a quien tanto amó vendría a recibir su alma introduciéndola en la eternidad. Contaba 86 años de edad y 52 años 7 meses de Profesión Religiosa.






[1] Actualmente esta imagen se encuentra en el Noviciado del Monasterio de la Visitación  de Santa María de Ñaña.


[2] Tomado del compendio de la vida y virtudes de nuestra querida hermana María Magdalena Olavegoya; de nuestro Monasterio de la Visitación de Lima - Perú.


[3] Nombre que recibió en religión la Sra. Domitila Olavegoya.


[4] Tomado del libro de los Anales de Fundación y del Libro del Convento de Nuestro Monasterio de La Visitación de Lima - Perú


[5] Tomado del Libro del Convento de nuestro Monasterio de Lima - Perú

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